Las vacunas evitan contagios, pero no proporcionan una inmunidad total, por lo que hay que seguir con las medidas de protección
Las actuales vacunas aprobadas contra el COVID-19 evitan que la persona que las recibe enferme gravemente y necesite ingresar en una unidad de cuidados intensivos, una excelente noticia para todos aquellos con riesgo de complicaciones en caso de infectarse. No obstante, la posibilidad de contagio, aunque altamente disminuida, sigue existiendo. Asimismo, una persona vacunada puede reinfectarse y transmitir el SARS-CoV-2, aunque con una carga viral atenuada.
Por estas razones, se debe seguir con todas las medidas de protección para evitar contagios: uso de mascarilla, lavado frecuente de manos con agua y jabón, distancia de seguridad y ventilación de espacios cerrados.
Las vacunas aprobadas en España -Pfizer, AstraZeneca, Moderna y Janssen, esta última todavía por llegar a nuestro país- son capaces de inducir una buena respuesta inmunitaria y tienen, en general, grados muy altos de eficacia, que oscilan entre el 72 y el 95% frente al COVID más evidente y contagioso. Un reciente estudio preliminar de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU. (CDC) ha señalado que frenan la transmisión de la enfermedad con una efectividad del 90%, por lo que hay motivos para la esperanza.
Sin embargo, es necesario explicar que ninguna de las vacunas aprobadas en el mundo ha sido concebida para conseguir inmunidad esterilizante o total, es decir, para cortar de raíz la transmisión del patógeno que produce el COVID-19, ante la tremenda dificultad de esta tarea. De hecho, se han producido algunas reinfecciones después de la vacunación. Su objetivo pasa por evitar muertes y hospitalizaciones y, paralelamente, reducir las infecciones sintomáticas.
Las evidencias sobre la inmunidad
Los resultados de los ensayos publicados muestran que las vacunas contribuyen a que el sistema inmunitario fabrique anticuerpos neutralizantes. Además, también activan unas células específicas del sistema inmunitario (linfocitos T), entrenándolas para que sean capaces de atacar el SARS-CoV-2 en caso de infección.
Este despliegue inmunitario evita que el virus ataque los pulmones, donde se instala y puede causar patologías como el síndrome respiratorio agudo grave. Aun así, faltan datos para saber si las vacunas también inducen una inmunidad parecida en las mucosas, por donde el virus se ‘cuela’ dentro del organismo.
De momento, la mayor certeza que tenemos es que hay que continuar con las medidas de protección.
Fuentes:
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- Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC)
- Agencia SINC
- Business Insider